Tú ahí, sentada
haciendo no sé que cosa
ensimismada en tu mundo
sin percibir mi llegada.
Me oyes hablar,
levantas la vista,
nuestros ojos se cruzan
y esbozas una sonrisa.
Qué dulce momento,
qué placer celestial;
ya no existen distancias
que nos puedan separar.
Tan sólo un instante dura
toda una eterna vida
y aunque no volvamos a vernos
se que tú, ya eres mía.
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