Amo de ella
la cristalina sonrisa,
puerta abierta
a mis fogosos besos,
prueba sincera
de la pasión encubierta.
También amo sus suaves manos
cuyas dulces caricias
atraviesan mi carne
para llegar hasta mi alma.
Adoro además su ondulante
y sinuoso cuerpo,
bella escultura viviente
y sagrado templo
de su corazón ardiente.
Por sobre todo ello
amo sus brillantes ojos
cuya profunda mirada
me invita a nadar
y perderme en sus claras aguas.
Hermosa diosa, amada mía
no pretendo ser yo
ni su ni su esclavo ni su dueño
yo tan sólo quiero ser
de su camino el compañero
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