Esa niña...
Ya no jugara con muñecas,
ya no creerá en cuentos de hadas,
ya no vivirá un mundo de ilusión...
nada de eso, ya no
Tenia aun en sus ojos
la frescura de la inocencia
y el candor del pudor
cuando en mis brazos
pude sentir su temblor.
Fue, eso si, una muerte dulce.
Lo hice lentamente,
sin hacerla sufrir...
Solo un pequeño grito
y de sorpresa los ojos abrir.
Solo una mancha de su sangre
como prueba y recuerdo delator...
Si, lo confieso, fui yo
quien a esa niña mato.
Yo mate a esa niña
y lo digo sin culpa
porque en ese acto
su primer orgasmo
murió la niña
y nació la mujer.
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